EL TRIUNFO DE LA CULTURA

Glyn Banks y Hannah Vowles

Si regresamos a los últimos años del siglo pasado, podemos reconcoer que, al comienzo de los ochenta, ocurrieron dos fenómenos, de alguna manera sorprendentes e interrelacionados, que le dieron un gran significado al mundo en que vivimos hoy: a saber, el surgimiento del Museo como Celebridad y el correspondiente Triunfo de la Cultura.

Para ahora, debería ser obvio para todos que la principal función del “Museo” hoy en día es legitimar el turismo como actividad cultural. Claro, aquellos cuyos estilos de vida dependen del éxito de las Industrias Culturales nos dirían que, lejos de ser una función principal, esto es simplemente un efecto secundario desafortunado del Triunfo de la Cultura.

Sin embargo, dos efectos secundarios reales, son los notables incrementos en los valores de las propiedades en los alrededores de los Museos de Celebridad, junto con los efectos “benéficos” de una economía local deprimida. Segundo, y mucho menos reconocido, es la presentación del arte y la cultura como simplemente otra forma de consumo.

Al comienzo del fin de la Modernidad, el filósofo francés Jean-Francois Lyotard, al comentar sobre el surgimiento de la postmodernidad, en relación con el concepto de progreso, desde una perspectiva no obstante firmemente enraizada en la heroica Modernidad, señaló con respecto a la ciencia y la tecnología que: “Todos podemos ver que el desarrollo ocurre sin llevarnos a la realización de ninguno de estos sueños de emancipación.”

Mientras que todos los impulsos utópicos históricos “inacabados” y los movimientos de la modernidad yacen en ruinas, el lenguaje de las “grandes narrativas” ahora los eslogans de la publicidad, es verdaderamente irónico que son las estrategias “subversivas” de la modernidad las que han dado frutos, por medio de este Triunfo de la Cultura.

Por ejemplo: la contaminación del High Art por parte de la cultura popular; la infiltración de lo comercial en las subculturas marginales; la interrupción de la Ilusión Teatral/Literaria por parte de la Realidad “al azar”; el desafío a la dominación de la Realidad “convencional” por la contaminación de la Ilusión, por el impulso subconsciente, lo Surreal; el ethos visionario Romántico como desafío a la ética laboral protestante; el Arte Pobre, materiales pobres como Antiespectáculo; Populismo falso y la celebración “irónica” del cliché y todo el resto.

Todo cooptado, celebrado y empaquetado juntos en el presente eterno del Museo, y habitando el mismo espacio que Big Brother y Little Britain, la revista Hola y el déficit de atención masiva; en un mundo distópico donde todos somos una celebridad (incluyendo los artistas) y todo mundo es crítico (exceptuando los artistas); ambos absolutamente esenciales y totalmente desechables, ambos subversivos y comerciales al mismo tiempo. El Triunfo de la Cultura como la emancipación de la banalidad.

Hoy en día, conforme se clarifican las problemáticas estructurales, tanto teóricos como operativas, del Nuevo Milenio, y comenzamos a ver más precisamente el “triunfo” de la Postmodernidad, quizás deberíamos parafrasear a Lyotard para decir que: Todos podemos ver que la Emancipación por medio de la tecno-ciencia y el consumismo ocurre sin llevarnos al descubrimiento de cualquiera de estos sueños de justicia social.

Como el malentendido y difamado Jean Baudrillard teorizó al final, desde una perspectiva firmemente enraizada en lo Postmoderno: es la Emancipación y no la Represión la que ha emergido como la principal amenaza a la supervivencia humana.

Definición: Emancipación: Liberar del control, liberar de las restricciones civiles, morales o intelectuales.

La emancipación, entonces, junto con el problema de la Legitimación, y el Triunfo de la Cultura como entretenimiento (del cual el Museo como Celebridad es tan sólo un síntoma), se revelan como tres de las características estructurales definitivas del siglo XXI.

En la distopía postmoderna actual, el Museo, al utilizar el espectáculo (de sí mismo y de sus contenidos); al movilizar los argumentos de accesibilidad y apropiando (como la sociedad postmoderna) todos los movimientos subversivos para su derrocamiento, se ha convertido en un icono –la historia de éxito del Nuevo Milenio—aquí, la “democratización” de la cultura como mercancía ha emergido triunfante por encima de la política; y la distancia crítica, el discurso crítico y la lectura de la cultura (como alegoría) se han desaparecido en la promoción.

El Museo como Celebridad –el Arte, la Arquitectura y la Cultura, perfectamente colocados en una sociedad de consumo histérico, donde la Represión ha sido desterrada y la Emancipación se ha logrado. Toma tus deseos para hacerlos realidad. Vive tus sueños.

REPENSEMOS

Quizás no sea casualidad que las “grandes narrativas” de la Modernidad se han desmantelado más o menos al mismo tiempo que se desintegró la realmente existente Utopía Comunista. De modo que, hoy en día, vivir en una era “post-ideológica” triunfante, quizás algunos de nosotros estamos exigiendo demasiado de los museos.

Después de todo, podría ser que el mero concepto de “Museo” es fallido desde el principio. Ya sea como una colección acomodada para demostrar una historia lineal que apoya un presente inevitable, o una colección de todo lo que es “bueno, bello y verdadero” en el pensamiento y las acciones humanas, salvado (por hombres religiosos) del apocalipsis inevitable, el museo (como el Espectáculo) siempre fracasa.

Esto quiere decir, claro, que el Museo –lleno de ruinas (intenciones arruinadas descontextualizadas)—siempre se encuentra discursiva, a pesar de todas las mejores peores intenciones de todos los involucrados.

Trazar la complicidad de las Industrias Culturales con este glorioso “fracaso” del Museo es otra historia. Sin embargo, históricamente, muchos artistas de vanguardia han intentado socavar la muerte del arte en el museo, no sólo trabajando por fuera de éste sino también entrando en éste e intentando subvertirlo desde su interior.

Uno de estos intentos puede ilustrarse en la siguiente historia. En el centro del Museo en Monchengladbach, diseñado por Hans Hollein, había una escultura del artista alemán Joseph Beuys (cuya relación con el movimiento Fluxus, con la Free University y el Partido Verde tendía a apuntar hacia una preocupación política con la vida del arte en el mundo), que consiste principalmente de unos enormes bultos de grasa. Debido a la temperatura del museo, la grasa amenaza con explotar y ha tenido que amarrarse con bandas metálicas.

Todos los días, la temperatura de este monstruo alienígena en el corazón de la eficiente máquina tiene que ser tomada. Esto se hace con un hoyo en la grasa, lo suficientemente grande como para introducir un termómetro, y esto da cuenta de la (des)aparición de la obra (como un bulto de queso suizo).

El Museo como Celebridad en Ruinas y el Triunfo de la Cultura como Ruinas, entonces, y es sobre estas ruinas que los cimientos del cambio social se están construyendo.

Hannah Vowles y Glyn Banks fundaron la práctica de arte crítico Art in Ruins, en 1984. Han exhibido su trabajo, han escrito para revistas de arte y arquitectura, han curado exhibiciones, y han enseñado en escuelas de arte y arquitectura en Gran Bretaña y Alemania. Art in Ruins ha estado en el limbo desde 2001.

FUENTE: Theory Beyond the Codes: tbc019
Date Published: 3/30/2011
www.ctheory.net/articles.aspx?id=682
Arthur and Marilouise Kroker, Editors