DADA

Dada y su contexto






Professeur émérite Henri Béhar
Université de la Sorbonne-Nouvelle, Paris III
La suprema exhibición Dada que se presentó en el Pompidou Centre en 2005 (y después en Washington) inspiró un gran número de publicaciones que me gustaría repasar y discutir aquí. En el prefacio a su reciente guía ilustrada, Gérard Durozoi declara que “Los movimientos rebeldes de vanguardia desafían la noción de progreso, preocupándose más con el significado que con la forma. Consideran que su potencial para de subversión no puede reducirse a un compromiso estrechamente político, que efectivamente puede involucrar a ciertos individuos, pero no al movimiento en su totalidad, y que desde este punto de vista, las desgracias del surrealismo podrían proporcionar una clara advertencia.”[1] Siguiendo el ejemplo de Isidore Ducasse, podríamos revertir cada una de estas proposiciones y encontrarlas igualmente aptas. Si consideramos simplemente el empuje total de la afirmación, descubrimos que este crítico contrasta un movimiento Dada apolítico con la tendencia del primer Surrealismo (después del Futurismo) para comprometerse firmemente en la política durante su “periodo razonante.” Esta visión nos ofrece, por un lado, una paloma blanca pura (o casi pura, sujeta a la remoción de algunos elementos, contaminados por la política en casos individuales, libres de cualquier tipo de compromiso), y, por el otro, un grupo impuro, permanentemente comprometido por un error juvenil, que es su involucramiento con el Partido Comunista.

¡El nuevo revisionismo está aquí!

Obviamente, la caída del Muro de Berlín en 1989 funciona como un punto de corte aquí: cualquier arte que de alguna manera hizo sus compromisos con el marxismo y/o el régimen de la Unión Soviética es de aquí en adelante condenado al olvido, negándosele el derecho de existir. Los académicos menos escrupulosos que el presente no han prestado atención al contexto histórico, los regímenes fascistas y dictatoriales, la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y sus repercusiones, para poder reconsiderar movimientos de vanguardia más tempranos y eliminar de éstos todos los poetas y artistas que se involucraron políticamente en algún punto de sus vidas. En resumen, se nos ofrece, si no somos precavidos, una nueva historia artística y literaria, revisada en nombre del “liberalismo,” una historia tan falsa como la que se promulgó anteriormente en los manuales de educación marxistas. Al no contar con un error juvenil de este tipo como para confesarlo, y rechazando ambas visiones extremas, no porque sean extremas sino porque violan los hechos históricos, me gustaría en este momento darle una mirada fresca a la cuestión muchas veces debatida sobre las actitudes políticas de los dadaístas.

De hecho, las cuestiones no son tan simples como lo parecen: las historias tradicionales del movimiento Dada, durante muchos años, han contrastado las actitudes apolíticas prevalecientes en Suiza, Nueva York y París con el compromiso político de los dadaístas alemanes. Adoptar esta visión resultaría en aplicar al movimiento, particularmente en su encarnación germana, la crítica descrita arriba, en conexión con el surrealismo. Por lo tanto, me gustaría tratar de formular aquí una aproximación global al Dadaísmo y a la política, viéndolo como un movimiento colectivo con muchas ramificaciones. Noventa años después del nacimiento de Dada en Zurich, necesitamos reconsiderar todos los escritos que se han acumulado sobre el tema, y deletrear cuidadosamente el involucramiento del movimiento en el mundo de la política.

Pero primero, me gustaría explicar algunos principios metodológicos que me parecen de gran importancia al discutir un tópico tan elusivo y cambiante (hoy en día, por ejemplo, escuchamos acerca de movimientos Dadaístas en Finlandia, Rusia y Polonia, movimientos que en su época eran llamados cubo-futuristas o algo más). Una palabra de advertencia: debemos estar más que nunca en guardia contra el pecado del anacronismo que el historiador Marc Bloch buscaba advertirnos. Debemos fechar cada cita meticulosamente, colocándola en su contexto histórico y geopolítico. De hecho, aunque lo quieran o no, los escritos subsecuentes de los actores en el drama Dadaísta son todos marcados por el tiempo y lugar de su composición.
[2] Sus declaraciones son mucho más peligrosas por haber sido formuladas por individuos sinceros que inocentemente plantean falsedades y que son a su vez los juguetes de la historia…Por lo tanto, uno no puede comenzar a entender la pelea que coloca a Richard Huelsenbeck contra Tristan Tzara en la exhibición de Nueva York de 1950 si uno falla en colocarla contra el fiero trasfondo de la Guerra Fría. [3] Adicionalmente, debemos considerar el objeto de nuestra investigación por lo que fue, primero que nada, una colectividad, el resultado de una combinación de posiciones individuales diversas, lo cual es fácil de contrastar la una con la otra posteriormente…He buscado mostrar en otras partes que el Dadaísmo fue un movimiento internacional sin “establishment,” sin texto fundador, sin líder autoproclamado, ni constitución, ni comité organizador o ramas ejecutivas. [4] A su manera, Dada es un ejemplo excelente no de democracia sino de anarquismo aplicado a las vanguardias.[5] Lógicamente, esto debería prevenirnos de hacer cualquier intento de sistematización.

Por su misma naturaleza, el Dadaísmo expresa confusión, proclama vínculos entre opuestos, niega el principio de la no-contradicción, asegurándonos que sí=no. Si un oponente pone en entredicho sus principios, el Dadaísta entra en la pelea profesando su completa indiferencia. En resumen, el movimiento tiende a instalar la idiotez en todos lados, pero lo hace deliberadamente, así como Tzara lo sugirió.
[6] Es difícil en tales circunstancias separar una teoría clara del Dadaísmo, para afirmar que esto es Dada y aquello no lo es. Por ejemplo, ¿es la abstracción en la poesía y la pintura una de las características esenciales del Dadaísmo? De entrada, uno está tentado a decir que no, pero al hacerlo, uno descartaría toda la obra de Hans Arp y una buena cantidad de poemas de Tzara, el “artista abstracto rumano,” como fue llamado por las revistas italianas de poca vida que lo publicaron durante la guerra.

Necesitamos añadir que el Dadaísmo es por definición un movimiento, en otras palabras un grupo ligeramente vinculado de individuos que defienden metas e intereses comunes. Por lo tanto, debemos entenderlo en términos de su propia dinámica, en el contexto de las circunstancias locales. Yo sé, claro, que Dada es frecuentemente discutido a partir de sus distintos sitios y escenarios, pero la razón por la que los grupos adoptaron el nombre común fue, seguramente, que sus miembros sintieron que hacerlo tenía sentido, y que no los ataba a reglas y regulaciones formales –de las cuales no había una sola. En este punto, podemos recordar la respuesta de Tzara a sus amigos de Nueva York, cuando le pidieron permiso para llamar a su nueva publicación “Dada." Respondió que Dada pertenecía a todos, y les recordó la fuente del nombre: “Ya que Dada debería de decir nada, no debe explicar esta filial de amigos, que no es ni dogma ni una escuela, sino más bien una constelación de individuos y facetas libres.”
[7]

Y por último, aunque de ninguna manera entre las advertencias requeridas para discutir esta cuestión tan difícil, es el hecho de que debemos constantemente criticar nuestras fuentes primarias. Siempre me ha sorprendido que las precauciones que se toman con respecto a cualquier documento histórico no sean automáticamente aplicadas a nuestra propia disciplina. ¿Debemos confiar ciegamente en una narrativa escrita diez años después del movimiento, una narrativa como la de Friedrich Glauser?
[8] ¿Qué crédito le debemos otorgar a un envejecido Dadaísta alemán que llega completamente borracho a la escena, con la esperanza de recuperar su juventud? Aquí me estoy refiriendo a Walter Mehring, el estimado editor de La Bibliothèque perdue, que recuerdo una vez llevar conmigo al Instituto Goethe en París.[9] Mehring no estaba dispuesto a reconocer al pintor y músico Jef Golyschef, otro miembro del movimiento en Berlín. ¿Cómo podemos confiar en las memorias relatadas por cierto gran poeta (Philippe Soupault), quien alteró sus declaraciones previas para concordar con documentos que le proporcionó posteriormente un estudiante universitario?

Los recuentos que nos dejaron los principales Dadaístas alemanes (Hans Richter, Richard Huelsenbeck, Raoul Hausman, así como otros menos conocidos en el panteón Dada, tales como Franz Jung,
[10] Erwin Piscator[11] y Ernst Toller[12]) tienden a transformar y minimizar su propio papel activo en la política, mientras que otros, que en su época rechazaron cualquier sugerencia de una influencia política en sus actividades, ahora buscan plantear dichas actividades en el escenario más amplio de la relación entre los sistemas reguladores del individuo y la sociedad.

Finalmente, debemos explicar el significado que le damos a la palabra “Política.” Existe lo que Durozoi llama “un compromiso estrictamente político,” que, en sus términos, probablemente quiera decir militancia, adherencia a un partido determinado. Luego se encuentra la política en el sentido global, el de la ciudadanía de una democracia, conciente de sus derechos y obligaciones, yendo a las urnas cada vez que puede. Finalmente, existe la política de la persona que declara que no tiene nada que ver con la política; en otras palabras, que está dejando que alguien más dirija su vida.

El Dadaísmo tuvo la habilidad de hacer un borrón y nueva cuenta (otros podrían llamarlo abrasar la tierra), con el deseo de que no quedara nada de la civilización burguesa. El Dadaísmo no podía evitar la política. “Sabemos lo que el Dadaísmo le hizo a la política, la ha destruido con el golpe de una pluma, la ingoró. El movimiento se rebeló contra todo tipo de poder, a favor de todo tipo de libertades,” escribió Ribemont-Dessaignes en Déjà jadis.
[13] La política no puede escaparse el alcance de la subversión. Pero ¿estamos hablando aquí de la política tal y como se practica en las sociedades burguesas o de otras formas de acción que buscan transformar nuestra vida colectiva? La lucha contra todas las formas de poder pueden ser concebidas simplemente en el nivel de una revuelta, pero seguramente, ¿la conquista de la libertad exige que la revuelta sea transformada en acción revolucionaria? Rechazando como lo hicieron, de considerar una visión de la historia, ¿fueron los dadaístas capaces de imaginar este tipo de acción?

Al haber estado demasiado tiempo en estas consideraciones preliminares, propongo que nos demos por vencidos en torno a una historia política del Dadaísmo, optando mejor por algo que ponga a la luz algunas de las preguntas constantemente recurrentes relacionadas con el tema. Tomado en su conjunto, por ejemplo, ¿El Dadaísmo fue anarquista, comunista o preocupado únicamente por el arte? Al interior de estas categorías mayores, ¿cuál era el punto de vista del movimiento, en relación con distintas formas de sociedad en distintas circunstancias?

Existe una visión compartida ampliamente, de que el Dadaísmo no fue ni anarquista ni libertario (que vendría siendo lo mismo) y que estaba por lo tanto a favor de la libertad individual sin restricciones sociales. Esa etiqueta ciertamente cubre a un número de artistas de la época, pero ¿puede acaso extenderse a la totalidad del grupo como una doctrina compartida? Un ensayo reciente, Dada libertin et libertaire,
[14] seguramente debería responder nuestra pregunta. Desafortunadamente, esto no resulta ser el caso. Utilizando una masa de referencias no documentadas y mal digeridas, el autor sostiene que vincula a los filósofos “libertinos” del siglo XVII con nuestros Dadaístas. Se dice que este grupo son libertinos en el sentido filosófico pero no en el literario y novelístico de la palabra, el cual se desarrolló en el siglo XVIII y está más cercano al significado de libidinoso. En otras palabras, los Dadaístas, de acuerdo con este crítico, son “los apóstoles de una libertad más absoluta que la que defendieron los anarquistas revolucionarios” (12). No libertarios, entonces, sino libertinos, en la medida de que juegan el juego, denunciando al arte mientras excluyen las pasiones y el deseo. Al desarrollar esta teoría aun más, el autor reconoce dos corrientes en el Dadaísmo, el primero, germánico, ejemplificado por Hugo Ball, de un tenor revolucionario mesiánico; y el segundo, latino, defendido por Tristan Tzara, siendo exclusivamente “libertino.”

Aunque estoy de acuerdo que el Dadaísmo fue marcado por un número de movimientos contradictorios, me temo que no puedo aceptar esta nacionalización de la filosofía Dadaísta.

En su conclusión, después de una extensa perspectiva histórica, nuestro académico –que recorta y pega referencias—forma la declaración, bastante lógica, de que el Dadaísmo representa el pensamiento libertino porque defiende una libertad sin límites, rechaza el futuro a favor de una vida sin otro propósito, y termina con el principio de la indiferencia (211). ¿Cómo podría ser de otra manera la conclusión, dado que el fin ya estaba inherente en la premisa, en el contenido arbitrariamente atribuido a esta supuesta filosofía libertina, un artefacto construido a posteriori al forzar la unión, bajo un solo encabezado, el pensamiento altamente matizado de un número de filósofos de tiempos y lugares muy distintos. Este trabajo es un buen ejemplo del truco del “conejo en el sombrero,” o, para ponerlo en términos más académicos, de un tipo de “emanatismo” que recuerdo haber atacado hace más de veinticinco años en el prólogo a mi trabajo Dadaist and Surrealist theater.
[15]

No debemos abandonar el pensamiento crítico. Para que nosotros aceptemos la tesis presentada arriba, deberíamos tener mucha más documentación y pruebas que las que proporciona este crítico. Por encima de todo, estos llamados filósofos libertinos, preocupados primordialmente con la existencia de Dios, con la crítica a la religión y al dogma, tendría que suscribirse a una definición que los ve como excluyentes del deseo (aunque la mayoría de ellos fueron Epicúreos), como constantemente preocupados por la creación artística (mientras que ellos, principalmente, analizaban las distintas facetas del materialismo), y como la adopción de una filosofía de la Naturaleza satisfecha con el absurdo, con la contradicción simultánea. El Dadaísmo, en su totalidad, tendría que acomodarse exactamente a esta definición. Pero esto está lejos de ser el caso. Personalmente, pienso que el Dadaísmo puede igualmente llamarse libertario y “libertino.”

***

En realidad, todo nos muestra que la mayoría de los Dadaístas estaban inmersos en la cultura del anarquismo, desde Hugo Ball que tradujo a Bakunin a Max Ernst, Theodor Baargeld, Julius Evola, Marcel Duchamp y Picabia leyendo a Stirner, desde Julius Heuberger, el impresor de la revista “Dada” en Zurich, a Man Ray, el brillante estadounidense que servía como comodín; desde el vínculo entre el pintor Hans Richter y el grupo anarquista de Zurich a las tendencias anarquistas del Dadaísmo en Berlín (Hausmann, Baader, Huelsenbeck). Treinta años después de las demostraciones en Zurich, Tristan Tzara, quien a su vez supo del movimiento anarquista en Bucarest, creía en esta idea: “es obvio que la naturaleza anarquista del Dadaísmo, junto con la idea de un absoluto moral que el movimiento colocó más allá de cualquier contingencia práctica, terminaría manteniendo a los Dadaístas lejos de las luchas políticas.”
[16]

E incluso más allá de esta influencia original, que derivó principalmente de los grandes pensadores de la Anarquía (Stirner, Bakunin), la actitud fundamental de los Dadaístas deriva de esta doctrina. Un contemporáneo dibujó el siguiente retrato de Hugo Ball: “¿Qué beneficio proporcionaban la lógica, la filosofía y la ética en el matadero en el que se ha convertido Europa? La inteligencia estaba en bancarrota. Todos los días nos proporcionaban un nuevo ejemplo: con la ayuda del lenguaje, era tan fácil justificar esta carnicería. Pero tratar de luchar contra ella con palabras y enunciados parecía a primera vista ingenuo e imposible. El Dadaísmo fue, por lo tanto, un intento por destruir las herramientas que el materialismo había tomado para defender su universo.”
[17]

El Manifiesto de Tzara de 1918, resume esta idea magníficamente: “Deja que todos proclamen que tenemos una gran obra de destrucción y negatividad por lograr. Barrer y limpiar. La limpieza del prójimo sucederá después de un periodo de locura y agresión totales, la marca de un mundo que se dejó demasiado tiempo en manos de bandidos que quebrantan y destruyen los siglos.” (OEuvres complètes I, 365).

Claro está, no es cuestión de que los Dadaístas formalmente se unieran a un grupo anarquista, e incluso menos cuestión de pertenecer a un tipo de federación, Jurassiana o de otro tipo. Pero sí lo encontramos en sus actitudes los componentes de la anarquía –el rechazo a la autoridad del Estado, la noción de la revolución espontánea, la confianza en las masas, la condena hacia la especialización.

En una vena similar, pienso que es importante hacer una distinción entre el nihilismo profesado por ciertas doctrinas anarquistas y la negación Dadaísta. Mientras que es verdad que las referencias a Nietzsche son frecuentes entre los Dadaístas, especialmente con En avant dada de Richard Huelsenbeck y Jésus-Christ rastaquouère, de Picabia, no podemos, por lo tanto, limitar este movimiento al pensamiento del autor de Die Fröliche Wissencraft (“The Joy of Learning”). La razón es que no existe una voluntad de poder en el Dadaísmo, no hay un eterno retorno, ni pesimismo fundamental. Por el contrario, el Dadaísmo expresa un joie de vivre, el deseo de vivir, el goce de la creación a pesar de las condiciones más desfavorables. En resumen, la negación Dadaísta ataca todas las fuerzas de la opresión, material, moral y filosófica, todas las reglas que la tradición impone a la creatividad. Además, se acerca a una síntesis ya proclamada por Marcel Schwob: la creación nace de la destrucción. Siempre me he preguntado cómo Kurt Schwitters logró seleccionar el escombro que quedaba a orillas de una playa y hacer con ello, cuando lo yuxtaponía en un lienzo (o agrupado en su Merzbau) las pinturas magníficas que son admiradas hoy en día. Realmente tenía un sentido de lo que estaba por venir…

***

Ya sea que la guerra explique el nacimiento del Dadaísmo o, como se ha señalado en broma, que el Dadaísmo explique la guerra, no es importante aquí. Todos estarán de acuerdo conmigo con la idea de que el Dadaísmo ocurrió en un terreno neutral en 1916, justo en medio de la guerra (tanto cronológicamente y geográficamente), en un momento que parecía que ninguno de los instigadores de la conflagración del mundo fácilmente terminaría victorioso. En aquel entonces, los franceses fueron bloqueados en Verdun, intentando en vano atravesar el frente de Somme. Italia se había unido a la guerra, así como Rumania, del lado de los Aliados, quienes habían abierto un segundo frente en el Este. Una ofensiva liderada por el Broussilov ruso retomó Galicia. Lo que sea que cualquiera de ellos pudo haber dicho (estoy pensando aquí principalmente en Aragón, quien hizo alarde de haber atravesado la guerra sin jamás haber escrito sobre ella), los Dadaístas no podían mantenerse despegados de esta situación tan singular, la cual afectó a los jóvenes por encima de todos. Fácilmente puedo citar las declaraciones de los Dadaístas, atormentados por la confusión mundial. Irónicamente, [Jean] Arp escribió, unos veinte años después, que “En Zurich, al no involucrarnos en el matadero de la guerra mundial, nos dedicamos a las bellas artes. Mientras que a la distancia se escuchaban las balas, pegábamos papel, leíamos nuestros trabajos, escribíamos poesía, y cantábamos a todo pulmón.”
[18] Se reían de cara a la tormenta, acogiendo la vida por encima de las fuerzas de la destrucción.

Los rebeldes Dadaístas obviamente se oponían a la continuación de la carnicería, pero eso no quería decir que propugnaban las doctrinas pacifistas de personas como Romain Rolland. En sus memorias, Claire Goll, quien, con su esposo Iván, fue miembro del séquito del autor de Au-dessus de la Mêlée, recuerda que tuvieron que aguantar las pullas de Tzara y sus amigos. Por su parte, mucho después de estos eventos y en un contexto totalmente distinto, Tzara buscó explicar sus actitudes: “Estábamos firmemente en contra de la guerra, sin caer no obstante en el facilismo del pacifismo Utópico. Sabíamos que no podíamos deshacernos de la guerra sin deshacernos de sus raíces.”
[19] Provocadoramente, Richard Huelsenbeck recordó la actitud de sus amigos en Zurich en una de las primeras veladas Dada en Berlín: “Estábamos en contra de los pacifistas porque la guerra nos había dado la oportunidad de existir, en toda nuestra gloria. […] Estábamos a favor de la guerra, y el Dadaísmo hoy en día sigue a favor de la guerra. Las cosas deben chocar las unas con las otras: no tenemos aun la suficiente crueldad.”[20] Fácilmente podemos imaginar la reacción del público de la Secesión, ¡en una época en la que la guerra ni siquiera había terminado! El Dadaísmo, de esta manera, empujaba a sus interlocutores, burgueses pacíficos, a que perdieran sus estribos. Obviamente, la pregunta surge de maneras muy distintas para los Dadaístas en Barcelona, en Nueva York, en París, y especialmente en Berlín con el advenimiento de la República de Weimar.

***
Los comentaristas no habían respondido lentamente, para notar que los fundadores de Dada y Lenin residían a unas cuantas casas los unos del otro, en el Spiegelgasse de Zurich. De este hecho, sólo faltaba un pequeño paso –uno que fue rápidamente tomado por los novelistas y dramaturgos—para que se imaginaran conversaciones entre los fundadores de la revolución estética y el teórico de la Internacional…

En muchos países, los críticos antidadaístas hicieron su agosto imaginando un vínculo entre artistas y políticos, algo que podría tener serias consecuencias. ¡La opinión pública es tan fácil de manipular!

En la última parte de su vida, Tzara aceptó, ante Oliver Todd, durante una entrevista para la BBC sobre el Dadaísmo lo siguiente: “Yo te puedo decir que conocí a Lenin personalmente en Zurich y que jugué ajedrez con él. Pero me avergüenza admitir que en aquella época, no sabía que Lenin era Lenin. Lo supe mucho después.”
[21] En otras palabras, aun si él hubiera estado familiarizado con el marxismo y hubiese escuchado el nombre del cabecilla de la Internacional Comunista, no lo conocía cuando lo veía. Debe recordarse que las autoridades suizas hicieron todo lo posible por suprimir el conocimiento de la Internacional. Mientras tanto, los socialistas, alimentados por la propaganda sobre la unión sagrada, que prometía una batalla fresca y gozosa, había recuperado un grado de credibilidad con la gente, en la época de las Conferencias que tuvieron lugar en Zimmerwald, Suiza, en septiembre de 1915, y en Kienthal el 24 de abril de 1916. Mientras estaban ahí, Lenin y sus partidarios fortalecieron su posición a favor de una tercera Internacional que transformaría la guerra imperialista para convertirla en una guerra civil. Encuentros, huelgas, motines, que los Dadaístas no podían ignorar, sucedieron en Zurich, después que Platten, secretario del partido socialista suizo, regresó de Rusia a finales de 1917. Esto justifica la afirmación de Tzara, cuestionada por los revisionistas modernos, que: “En esta época, entre los Dadaístas de Zurich, Ball […] Sterner y yo saludamos a la Revolución Rusa, en la medida que ofrecía la única manera de poner fin a la guerra. Lo hicimos con más ahínco conforme adoptábamos una posición en contra del pacifismo…”[22] De hecho, estaban pensando menos en el triunfo por venir que en el fin de las hostilidades entre Rusia y Alemania.

***
La situación en Berlín, cuando Alemania fue derrotada, fue un tanto distinta. Dada no podía seguir despegado de las batallas entre los Spartakists y los social demócratas. Los Dadaístas de Berlín, menos políticos que lo que se les atribuye, entraron en el conflicto por medio de sus escritos. Las pinturas de Otto Dix, las caricaturas de George Grosz, fueron violentamente críticas. Acumulando materiales oscuros y ridículos que reflejaban la sociedad en la que vivían, descubrieron el montaje fotográfico, cuyo poder destructivo había sido bien demostrado. Se debe hacer una mención particular a Johannes Baader (quien se había estilado como un Oberdada, o Súperdada), cuyos desafíos públicos, pronunciados a la mitad de una sesión de la Dieta, fueron contenidos en un panfleto titulado “Dada contra Weimar.” Sus ataques, sus cartas, que hacían uso principalmente del collage y de las variaciones tipográficas, siguen siendo, incluso hoy en día, extrañamente poéticas. Paradójicamente, la enorme Feria Internacional Dada, que tomó lugar en Berlín en 1920, seguida por una antología mayor de Dada, señaló tanto el punto más alto del movimiento como su final, por lo menos en esta ciudad. Algunos Dadaístas (Grosz, Heartfield y su hermano Hertzfeld) escogieron la acción política abierta desde el interior del partido comunista. Otros continuaron con sus experimentos iconoclastas.

Para una idea sobre la dificultad de situar las declaraciones de los Dadaístas de Berlín en un contexto político, sólo necesitamos referirnos al manifiesto “¿Qué es el Dadaísmo y qué quiere en Alemania?” publicado en Der Dada I, en junio de 1919, firmado por Hausmann, Huelsenbeck y Golyschef. Medidas que eran bastante ortodoxas para los marxistas, como la colectivización de la propiedad privada, el reconocimiento de los trabajadores intelectuales, la nacionalización del arte, aparecen junto con desafíos Dadaístas, tales como la declaración de que los maestros y los sacerdotes tendrán que suscribirse a una profesión de fe en el Dadaísmo, así como la de recitar el ruido y poemas simultáneos; las giras de circo de Dada deben ser organizadas, y la sexualidad debe colocarse bajo el control de un Centro Dada…El resultado fue que la burguesía los trató como Bolcheviques, y los Bolcheviques los vieron como burgueses o anarquistas. En ambos casos, ¡el Dadaísmo triunfó! ¡Qué gran victoria política!

Normalmente, la pregunta política puede resumirse diciendo que, en Berlín, había dos tendencias, que en ocasiones actuaban juntas y a veces por separado. La primera, que podemos llamar Dada-Marxista, buscaba y eventualmente logró acercarse a la clase trabajadora. La otra buscaba impulsar la revolución cultural hacia su conclusión. Pero ambas adoptaron el mismo método y produjeron obras claramente identificables como Dadaístas. Sólo las metas de sus creaciones separaban las dos corrientes. “Para aquellos que buscan crear un arte proletario, les presentamos la pregunta: ‘¿Qué es el arte proletario’? ¿Es arte hecho por los mismos proletarios? ¿O se trata de un arte dedicado al servicio del proletariado? ¿O se trata acaso de un arte diseñado para despertar los instintos proletarios (revolucionarios)? No existe un arte hecho por proletarios, porque un proletario que crea arte ya no es proletario sino artista. Un artista no es ni proletario ni burgués, y lo que crea no pertenece ni al proletariado ni a la burguesía, sino a todo mundo”,
[23] así declaró el Proletkunst Manifesto, mismo que, bajo su título, aparentemente ortodoxo, se oponía a la rigidización de la creación artística. Sabemos qué surgió a raíz de este manifiesto. Para dejar esto absolutamente claro, sólo tengo que enlistar a los firmantes: Théo Van Doesburg, Hans Arp, Ch. Spengerman, Kurt Schwitters, Tristan Tzara. Declaraciones similares aparecen en la escritura de Raoul Hausmann. En realidad, el Dadaísmo estaba trazando su propio camino, opuesto al arte proletario por un lado, pero por otro lado, en contra del “arte por el arte,” tomando siempre el lado de la vida. podemos parodiar a Tristan Tzara y decir que el artista está hasta el cuello en historia y que su libre producción es su reflejo.

***

Mientras que es verdad que los Dadaístas no demostraron su rechazo a la guerra al desertar, no podemos olvidar a la guerra como un factor en su decisión de exiliarse en Suiza para continuar con sus esfuerzos. Estos se enfocaban en el dominio artístico, y tomaron la forma de un movimiento dialéctico que vinculaba inextricablemente la destrucción y la creación.

Max Ernst formuló una objeción mayor a cualquier intento de exhibición Dada: “Dada era una bomba: seguramente no vas a perder el tiempo recogiendo las piezas,” me dijo cuando le comenté nuestra intención de organizar una exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno para el cincuenta aniversario del movimiento. Haciendo a un lado el extraordinario elitismo manifestado por dicha actitud, seguía siendo innegable que el Dadaísmo ocurrió, y que había dejado rastros visibles en un número de campos artísticos. Pero claro, aun necesitamos ponernos de acuerdo en torno a lo que realmente significaba esa actividad Dadaísta.

La finalidad del Dadaísmo, más allá de las posiciones políticas de cualquier partido, seguramente queda claramente definida por Tzara en su manifiesto de 1918. En Francia, los Dadaístas comprendieron esto inmediatamente, declarando: “No más pinturas, no más hombres de letras, músicos, escultores, religiones, republicanos, monárquicos, imperialistas, anarquistas, socialistas, Bolcheviques, políticos, proletarios, demócratas, ejércitos, policía, países, estamos hartos de todas estas idioteces, no más de nada, nada, nada, nada.”
[24] Esto queda bastante claro para cualquiera que escuche: una creación verdaderamente innovadora sólo puede ocurrir después de esta enorme limpia. En el momento que sucede, la destrucción abre paso a la creación, ya que la mente humana está hecha de tal manera que es incapaz de tolerar un vacío. De esta manera, fuimos capaces de ver, en el Centre Pompidou, todo lo que el Dadaísmo logró crear, o por lo menos todo lo que sobrevive hoy en día, a pesar de tres obstáculos principales:

1. El desprecio de los burgueses que querían ignorar el movimiento;
2. El ataque que los Nazis lanzaron contra este arte supuestamente degenerado;
3. Los efectos destructivos del tiempo sobre estos objetos, elaborados con materiales altamente perecederos.

El clásico ejemplo de esta resistencia a los rigores de la Historia ciertamente es la obra de Kurt Schwitters (el hombre al que se le negó la entrada al Club Dada por Richard Huelsenbeck, sobre la base de su insuficiente involucramiento con la política). En un artículo reciente en Dada circuit total, Isabel Schulz demostró claramente que la totalidad de la obra de Schwitters pertenecía al dominio político, debido a su elección de materiales, así como su solidificación de lo real, así como por sus odios (nacionalismo, militarismo) y sus exigencias.
[25] Para él, el arte era el primer derecho del hombre, un medio para transformar al mundo. Por esta razón fundó el partido Merz, inusual en el sentido de que sólo tenía un miembro, ¡él mismo! De hecho, uno sólo tiene que estudiar su trabajo para ver que los materiales encontrados, una vez agrupados en su conjunto, toman un nuevo valor, tanto semántico como estético, lo que podríamos llamar un significado militante.

***
Este último ejemplo simbólico debería dejar en claro que, para mí, el Dadaísmo era el más político de los movimientos de vanguardia, de la primera guerra mundial y posteriormente, dado su esfuerzo por intervenir globalmente en la sociedad de su época, para dejar en claro sin limitarse al dominio artístico o a las reglas que controlaban dicho dominio. Pero también, el Dadaísmo fue el más artístico de los movimientos del periodo entre guerras, debido a su deseo por intervenir en la política de su época, para dejar esto en claro sin ser constreñidos por libros de estatuto o por mociones pasadas por el congreso.

Déjenme terminar con una anécdota, una ocurrencia histórica. Al final de su vida, en 1979, [Louis] Aragon le dio a Georges Marchais, el Secretario General del partido Comunista Francés el “readymade” que le regaló Duchamp y que tituló “La Mona Lisa” (subtítulo “L.H.O.O.Q.”) ¿Acaso habrá un gesto político más significativamente Dadaísta? ¿Acaso habrá un gesto Dadaísta más significativamente político?


(De la traducción en inglés, original de Anne Tomarken)


FUENTE


Tiina Arppe, Timo Kaitaro & Kai Mikkonen (eds.) 2009
Writing in Context: French Literature, Theory and the Avant-Gardes
L’écriture en contexte : littérature, théorie et avant-gardes françaises au XXe siècle
Studies across Disciplines in the Humanities and Social Sciences 5.
Helsinki: Helsinki Collegium for Advanced Studies. 17–30.


Notas


[1] Gérard Durozoi 2005. Dada et les arts rebelles. Paris: Hazan, 11.
[2] Hubert van den Berg demonstrates this clearly in connection with some works published between 1950–1960 by Richter, Huelsenbeck, etc. See his article From a New Art to a New Life and a New Man. Avant-garde Utopianism in Dada. In Sascha Bru & Gunther Martens (eds.) 2006. The Invention of politics in the European avant-garde (1906–1940). Amsterdam: Rodopi, 133–150.
[3] See Robert Motherwell 1951. Dada painters and poets. New York: Wittenborn & Schultz.
[4] Cf. Henri Béhar 1992. Dada : une internationale sans institutions ? In Judit Karafiath & Gyorgy Tverdota (eds.) Les Avant-gardes nationales et internationales. Libération de la pensée, de l’âme et des instincts par l’avant-garde. Budapest: Argumentum, 55–61.
[5] See Hubert van den Berg 1999. Avantgarde und Anarchismus. Dada in Zürich und Berlin.
Heidelberg: Universitätsverlag C. Winter, and Hubert van den Berg 2006. “From a New Art to a New Life and a New Man”, Avant-Garde Critical Studies 19, 133–150.
[6] Tristan Tzara 1975 (1920). Dada Manifeste sur l’amour faible et l’amour amer. In Henri Béhar (ed.) OEuvres complètes I. Paris: Flammarion, 384.
[7] Tristan Tzara 1975 (1921). “Autorisation”, New York Dada, April 1921. In Henri Béhar (ed.)OEuvres complètes I. Paris: Flammarion, 572.
[8] Friedrich Glauser 2005 (1931). Souvenirs du Mouvement Dada. In Henri Béhar & Catherine
Dufour (eds.) Dada circuit total, Cahiers H. Lausanne: L’Age d’Homme, 185.
[9] He was supposed to give a conference named “Mais où sont les neiges d’antan”, 6th January
1966 at the Goethe Institute, Paris.
[10] Franz Jung 1993 (1958). Le Scarabée-torpille, considérations sur une grande époque. Translated by Pierre Gallissaires. Paris: Ludd, 612.
[11] Erwin Piscator 1962. Le Théâtre politique. French version by Arthur Adamov in collaboration with Claude Sebish. Paris: L’Arche, 288.
[12] Ernst Toller 1974 (1933). Une jeunesse en Allemagne. Translated by Pierre Gallissaires.
Lausanne: L’Age d’Homme, 225.
[13] Georges Ribemont-Dessaignes 1974 (1933). Déjà jadis. In Ernst Toller. Une jeunesse en
Allemagne. Translated by Pierre Gallissaires. Lausanne: L’Age d’Homme, 185.
[14] Giovanni Lista 2005. Dada libertin et libertaire. Paris: L’insolite, 274.
[15] Henri Béhar 1979. Le Théâtre dada et surréaliste, 2nd edition. Paris: Gallimard, Folio, 20.
[16] Tristan Tzara 1982 (1947). Le Surréalisme et l’après-guerre. In Henri Béhar (ed.) OEuvres
complètes V. Paris: Flamarrion, 85.
[17] Glauser 2005 (1931), 185.
[18] Jean Arp 1966 (1938). Dadaland. In Jean Arp (ed.) Jours effeuillés. Paris: Gallimard, 133.
[19] Tristan Tzara 1980. Entretiens avec G. Ribemont-Dessaignes. In Henri Béhar (ed.) OEuvres complètes V. Paris: Flammarion, 400.
[20] Richard Huelsenbeck 1980 (1920). “Première allocution Dada en Allemagne”, Dada almanach. Paris: Champ Libre eds, 260. Tenemos aquí un buen ejemplo de las políticas contradictorias y provocadoras de Dada.
[21] Tristan Tzara 1980. Art, anti-art, interview par Olivier Todd. In Henri Béhar (ed.) OEuvres
complètes V. Paris: Flammarion, 435.
[22] Tzara 1982 (1947), 86.
[23] M. Dachy 2005. “ ‘Manifest Proletkunst’, signed by Théo van Doesburg, Hans Arp, Ch.
Spengermann, Kurt Schwitters, Tristan Tzara”, Mertz 2, Nummer i, Archives Dada, Paris: Hazan, 224.

[24] “Manifeste du mouvement Dada”, Littérature 13, mai 1920, 1.
[25] See Isabel Schulz 2005, “ ‘L’art m’est beaucoup trop précieux pour qu’on l’utilise comme outil’,
Kurt Schwitters et la politique”. In Henri Béhar & Catherine Dufour (eds.) Dada circuit total, Cahiers H. Lausanne: L’Age d’Homme, 254–267.


Referencias


“Manifeste du mouvement Dada”, Littérature 13, mai 1920, 1.


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(Libre Traducción)

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