Alegorías del arte, la política y la poesía
Alan
Gilbert
1. Transformando el panorama
Política
sin imaginación es burocracia, pero la imaginación nunca es una categoría
neutral.
Las
barriadas construidas en las afueras de Lima, Perú, son el producto de la
guerra civil, el desorden económico, la lucha étnica y la crisis ecológica.
Pobladas de jornaleros semi empleados de la ciudad y por campesinos desplazados
de los Andes, frecuentemente de descendencia indígena, un buen número de estas
barriadas fueron construidas en la década de los setenta.1 En 2002, uno de
estos barrios, llamado Ventanilla, fue el hogar de más de setenta mil personas
sin drenaje, electricidad, caminos pavimentados u otros tipos de
infraestructura básica. El paisaje que lo rodea es desértico. Para mover una
montaña, Francis Alÿs le dio una pala a cada uno de los quinientos voluntarios
de Ventanilla, y les pidió que se colocaran uno al lado del otro y lentamente
empujar la duna, o como la describió en una entrevista publicada en Artforum: “Este peine humano empujó
cierta cantidad de arena a una distancia, desplazando de este modo una duna de
arena de dieciséis pies de largo unas cuatro pulgadas de su posición original.2 Esta combinación de vaguedad poética e
instrucción precisa forma parte central del enfoque narrativo que Alÿs aplica a
su producción artística.
Muchos
de los proyectos de Alÿs tienen que ver con dejar un rumor; una historia, e
incluso un mito en el panorama, contrario a la fabricación de un objeto. En una
pieza de 1997, titulada El rumor,
Alÿs viajó a un pueblo en México y contó una historia, sobre un hombre que
desapareció de un hotel local. El rumor rápidamente se difundió en todo el
pueblo. Sin embargo, una vez que se elaboró un boceto policíaco –esto es, se
creó un objeto—Alÿs concluyó su involucramiento con la pieza. En The Green Line (Sometimes Doing Something
Poetic Can Become Political and Sometimes Doing Something Political Can Become
Poetic), de 2005, cargó casualmente consigo una lata de pintura verde con
un agujero en el fondo, y caminó por la línea divisoria (ahora borrada) del
estado de Israel, creada después de la guerra árabe-israelí de 1948.
Un
belga que vive en México y que viaja frecuentemente, la libertad de movimiento
es un componente importante de la obra de Alÿs. Sin embargo, su clase de
itinerancia –determinada como tal por recursos financieros y las
circunscripciones legales posteriores al 11 de septiembre—contrasta con el
exilio obligado y la migración involuntaria. Lo que me interesa sobre la pieza
de Cuando la fe mueve montañas es la
línea que los trabajadores desamparados de Alÿs dibujaron en la arena. Si a
algo me recuerda, es a la línea en la pieza de Santiago Sierra, 160 cm Line Tattooed on 4 People...
(2000). A diferencia de las estrategias latentes del arte socialmente
comprometido, las prácticas materiales de Sierra no buscan convocar a los
públicos hacia una sociabilidad consensual difusa. 3 Más bien, los
espectadores son fuertemente provocados a reconocer sistemas de explotación
económica, social y representacional en las cuales ellos –y me refiero a ti y a
mí—probablemente participemos, aunque sea de modo indirecto.
Al
entrar a un espacio amplio, para ver la exhibición de Sierra de 2000 en la Ace
Gallery de Nueva York, vi una serie de cajas de cartón, grandes, posiblemente
para el envío de electrodomésticos. Cajas en rejillas de cualquier tipo,
indican arte Minimalista, particularmente el trabajo de Donald Judd, pero antes
que pudiera ir muy lejos rumbo a esta tangente arte-histórica, mi nuca comenzó
a estremecerse. Quedaba claro que no estaba solo en el cuarto, aunque parecía
estarlo. En cierto momento, y sin que se haya indicado por el ruido o el
movimiento, me di cuenta que habían personas dentro de las cajas. El título de
la pieza de Sierra lo resume sucintamente: Remunerated
People to Stay in the Interior of Cardboard Boxes. A mi salida, le pedí al
auxiliar de la galería que me diera más información, y ella dijo que Sierra
había solicitado a migrantes desempleados en distintas situaciones de coerción
financiera a sentarse dentro de las cajas, a cambio de dinero, y que algunos lo
hicieron, pero a otros les resultó demasiado degradante, de modo que sólo la
mitad de las cajas se encontraban ocupadas. La información, las historias y los
rumores siempre son poco confiables. Sin embargo, el punto de mi implicación,
en vastos sistemas de explotación, aunque no sea advertido en esta instancia,
se han hecho en cierto modo que fuera tanto metafórico y totalmente real, esto
es, más allá de la superficie.
Quizá como respuesta a los antagonismos
y absolutismos de las luchas políticas –desde la guerra entre Sendero Luminoso
y el gobierno peruano, hasta el mal nombrado “choque de civilizaciones” a la
luz de los ataques del 11 de septiembre, a unos seis meses de abrir la Bienal de
Lima, la cual comisionó la pieza de Cuando
la fe mueve montañas—lo notable de la obra de Alÿs es que, si bien se trata
de pintar una raya en la arena, esta es una línea cambiante, influida tanto por
las fuerzas ambientales como humanas-sociales. En este sentido, sería
interesante revisitar la locación del trabajo, de la misma manera como los
académicos especialistas, los conservadores y turistas lo han hecho con Spiral Jetty de Robert Smithson (1970),
que en sí misma ha sido el tema de su propio conjunto de fuerzas ambientales y
humanas-sociales. Específicamente, Spiral
Jetty ha sido amenazada con la construcción de estanques de evaporación
solar que drenarían los pozos petroleros cercanos, los cuales potencialmente
dañaron su “vista”.4
En otras palabras, la institucionalidad del mundo del arte que Smithson y otros
practicantes del Land Art trataron de escapar, al internarse profundamente en
el oeste americano –ese lugar tan mítico—ha sido redibujado en un lienzo mucho
más amplio, para incluir a las corporaciones multinacionales y la ecología
global.
Muchos artistas, diseñadores y
arquitectos son enviados a sitios para poder crear obras cuya intención es
involucrarse con el paisaje del entorno (el Museo Guggenheim Bilbao de Frank
Gehry siendo uno de los ejemplos más famosos), pero Alÿs convierte al paisaje
en una alegoría que es local, global y –lo único que podría ser más poderoso
que las dos anteriores—climatológica. Como dice en la entrevista de Artforum: “Cuando la fe mueve montañas es mi intento por desromantizar al Land
art...Aquí, hemos tratado de crear una suerte de Land art para los que no
tienen tierra, y, con ayuda de cientos de personas y palas, creamos una
alegoría social”.5
El trabajo y los trabajadores se enfrascan en una lucha con los elementos, los
cuales, nuevamente, nunca son exactamente naturales –sean estos económicos o
ambientales. No es coincidencia que las palabras “economía” y “ecología”
compartan la antigua palabra griega oikos,
o “casa”.
2. Poesía
En un mundo donde una
estrategia fundamental de las ideologías dominantes es la de hacerse parecer
naturales, el absurdo puede ser su propia forma de crítica. “Las alegorías son,
el el ámbito del pensamiento, lo que las ruinas son el el ámbito de las cosas”,
escribió Walter Benjamin en El origen de
la tragedia alemana.6 Las alegorías necesitan tiempo
para desdoblarse, pero todo el tiempo viene con el aroma de la muerte –para
usar una descripción en el espíritu del análisis de Benjamin sobre el barroco
alemán. El peligro con la alegoría es que fácilmente se convierte en mito
cuando se extrae del tiempo y la historia. De ahí el deseo de Benjamin por
mantener la alegoría dirigida hacia la muerte y las ruinas.
En un post escrito al
blog Verso sobre el fenómeno en esos
momentos creciente de Occupy Wall Street, McKenzie Wark escribió: “De modo que,
lo que la ocupación está haciendo es tomar una pequeña plaza (cuasi) pública,
en los alrededores de Wall Street, en el distrito financiero, para convertirlo
en algo similar a una alegoría”.7 Wark luego se
dedica a equiparar la alegoría con lo abstracto, pero no está en lo correcto
si, tomando en cuenta a Benjamin, las alegorías son un fenómeno profundamente
temporal. Wark luego compara la ocupación con los símbolos, los cuales, como
los que Paul de Man en “La retórica de la temporalidad” nos instruyó a
entender, a aquellos que crecimos con la deconstrucción a finales de los
ochenta, definitivamente no son lo mismo que las alegorías.8 lo que Wark querría decir es “poético”, aunque hay muy pocas palabras
en el idioma inglés tan malentendidas como ésta. Desde los griegos y romanos
hasta la llegada del Romanticismo, la poesía era inseparable de la categoría de
la retórica, lo cual, entre otras cosas, significaba que la poesía tendría un
impacto social. Desde el Romanticismo –y aquí me refiero a una tradición
europea-estadounidense específica—lo “poético” ha venido a significar lo
contrario a esto. Esta situación histórica –después de todo, toda estética es
producto de una historia particular, como lo es el concepto mismo de
estética—fue irónicamente confirmado por la obsesión que las vanguardias del
siglo XX tenían con el arte y el lenguaje no-instrumental. Todo lo demás es kitsch,
por lo menos así lo cuenta la historia.
Pero lo que nos
enseñó la deconstrucción es que todos los
textos son construcciones retóricas, pre y postrománticas. Esta idea es tanto
una bendición como una maldición: una bendición, porque nos enseña un modo
riguroso de analizar las contradicciones internas, y por lo tanto la autoridad
inherentemente derrotista, de cualquier texto, por lo cual significa mucho más
que solo la escritura; y es una maldición, porque cuando veo a alguien como
Glen Beck pontificar, no puedo dejar de pensar que todo es un ridículo
performance retórico, y que el mismo Beck lo sabe.9 Eso es lo que solía significar la palabra retórica. Y esto también se
relaciona con lo que Occupy Wall Street hace tan bien: construye una autoridad
auto-desinflada dentro de su propia ideología y modos de organización. Sus
significantes se deslizan. Coloca en primer plano el performance retórico de
una manera autoconsciente que al mismo tiempo es terriblemente seria. Cree que
los cuerpos son signos materiales. En otras palabras, podría ser una especie de
poesía.
Las personas se
impacientan con lo poético. Yo soy poeta, y me impaciento con lo poético, del
mismo modo que me impaciento con la deconstrucción, debido a su interminable
sutileza discursiva. En este punto, yo podría ser una especie de foucaltiano
reformado, porque lo único que queda por ser privatizado sno nuestros cuerpos.
Aun así, si la respuesta de la policía a los campamentos de Occupy alrededor de
Estados Unidos nos demuestran algo, es que debajo de todo el poder blando se
encuentra un poderoso arsenal policíaco, la mayoría sobrefinanciado a la luz
del 11 de septiembre, esperando, incluso con ansias, para ser detonado, aunque
sea torpemente.
La manera en que
nosotros somos sujetos, la manera en la que somos gobernados, es más
intensamente personal ahora, asuntos que tanto Foucault como el feminismo de la
segunda ola descubrieron casi simultáneamente. El eslogan “We are the 99%” es
un intento por eludir esta subjetividad tan intensamente escudriñada, o para
ponerlo en palabras del colectivo anarquista francés Tiqqun: “No hay una
‘identidad revolucionaria’. Bajo el Imperio, es en cambio una no identidad, el
hecho de traicionar constantemente los predicados que ELLOS cuelgan en
nosotros, eso es revolucionario”.10 Al buscar este anonimato, Occupy Wall Street ha desatado debates al
interior de la izquierda, entre los movimientos sociales de bases amplias y la
lucha política de orientación identitaria, una dialéctica quizá imposible de
resolver. Pero como cualquiera que haya ido al Parque Zuccotti durante los dos
meses que Occupy Wall Street tuvo una presencia física ahí pudo haber notado,
el grupo central de protestantes sí se diversificó, aun cuando el campamento
mismo fue posteriormente desgarrado por tensiones sociales, culturales y de
clare, al punto de que unos cuantos de los principales organizadores fueron en
realidad agradecidos por la limpia un tanto severa que realizó el alcalde
Bloomberg de Nueva York, en plena madrugada.
Aunque algunos podrían
decir que la indoctrinación política ocurre por medio del estado y sus aparatos
afiliados, y otros podrían sostener que ocurre por medio de los medios
corporativos, queda claro que lo que ha sido secuestrado no son nuestros
pensamientos sino nuestros deseos. La industria de servicio parte de la captura
del deseo de una manera que una economía de manufactura, con su lista de ítems
por comprar, nunca lo pudo ser. Es por eso que el diseño suplanta a la
manufactura (o subcontratando a la segunda), y es por eso que la interactividad
precede al contenido, especialmente en los medios digitales, pero cada vez más
en la cultura de mercancías más tradicional.11 La parte más perversa es que estos cambios estarán bien ocultos detrás
de la fachada de la interactividad, de la elección, del deseo guiado. Si esto
suena deprimente, no lo es. Existe una divagación y entropía y sabiduría
creativa que incluso los sistemas más eficientes jamás podrán controlar o
contener. Occupy Wall Street fue provocado por lo que solo puede considerarse
como un anuncio publicitario en Adbusters,
una revista anti-corporativa que no acepta publicidad. Al no formular un
conjunto de puntos claros de discusión, Occupy Wall Street ha permitido a las
personas a proyectar sus propios deseos en ello. Hay algo poético en esto
también.
Colorar un relato en
un paisaje tiene el potencial de crear una diferencia, y quizás esa diferencia
ocurre al grado de que el relato se parezca a un poema. Piensen en el impacto
significativo que se generó en la práctica artística de esta década que acaba
de pasar, a partir del imaginario y los documentales ficticios de Walid Raad
sobre las Guerras Civiles en el Líbano. La alegoría que Occupy Wall Street nos
cuenta sigue desarrollándose, aun cuando su archivo se ha convertido en una
preocupación importante de preservación. En su misma estructura, la alegoría es
una combinación de crítica y esperanza. Quiero que mis interfaces físicas sean
continuas, pero no las intelectuales o ideológicas. Soy escéptico de la poesía
del diseño, porque siempre tiene algo qué vender, aun cuando la poesía como tal
no vende.
Otra obra de arte
reciente que es de mis favoritas también tuvo que ver con una historia
insertada en un paisaje. En la mañana del 12 de noviembre de 2008, las personas
que viajan rumbo al trabajo en distintas ciudades de Estados Unidos, aunque
mayormente en Nueva York, recibieron en sus manos 80,000 copias de una edición
especial del New York Times con el
encabezado “Iraq War Ends”—excepto que traía fecha del 4 de julio de 2009,
contaba solo con catorce páginas y el famoso lema del periódico “All the News
That’s Fit to Print” decía “All the News We Hope to Print”. Fuera de eso, era
idéntico al New York Times, incluyendo
el diseño, la tipografía y la publicidad. Los títulos de los artículos incluían
“La nacionalización del petróleo financiará los esfuerzos por combatir los
cambios climáticos”12 en la portada, “Se aprueba el
seguro nacional de salud”13 en la sección “Nacional”, y “Se
expande dramáticamente el sistema de tráfico ciclista en Nueva York”14
en la sección “Nueva York”. La publicidad que cuidadosamente replicaba
la imagen de las contrapartes reales del NYT
incluía anuncios de los diamantes De Beers, HSBC y Exxon Mobil, pero con textos
modificados, de manera que, por ejemplo, el anuncio de De Beers decía: “Tu
compra de un diamante a partir de ahora y hasta 2026 ayudará a fundar la
creación, inserción y mantenimiento de la prótesis para un africano cuya mano
fue amputada durante los brutales conflictos de ese continente alrededor de los
diamantes”.15
Producido por el
grupo de arte social/activista the Yes
Men en colaboración con muchos otros individuos y organizaciones, este New York Times falso podría entenderse
como un proyecto de arte público para la era de la información y su dominio
mediático. The Yes Men han estado una década insertando en esta borrosa esfera
pública, contranarrativas a veces absurdas pero siempre históricamente específicas
y centradas en las corporaciones, cuyos blancos han sido Dow Chemical, la
Organización Mundial del Comercio, Chevron y demás. Estas contranarrativas
tienen frecuentemente una base performática, más interesada en cuerpos sociales
concretos en vez de abstractos, y en ocasiones involucran una parodia sutil de
la heteronormatividad masculina. “Sitio específico” solía significar qué tan
profundamente algo se hallaba incrustado en un lugar; ahora se refiere a qué
tan profundamente están siendo minados tus datos. Es muy difícil definir el
arte público cuando hay tan poco espacio público, y el público en general, en
sí mismo, parece ser un concepto cada vez más pasado de moda. En el peor de los
casos, si seguimos la pauta de Nancy Fraser y de las críticas feministas de la
noción de Jürgen Habermas sobre la esfera pública, podría ser más útil pensar
en términos de muchos públicos, públicos alternativos y contra-públicos.16 De cualquier modo, el espacio público se está volviendo cada vez más
indistinto de un panorama mediático competido; del mismo modo, el dominio
público se está volviendo virtual, como parte de la versión de expropiación en
la era de internet.
La carencia de una
plataforma política tradicional por parte de Occupy Wall Street está
directamente relacionada con su papel como intervención de medios, como meme,
como contagio ideológico. Esto no es para nada negar la necesidad de formas más
convencionales de activismo o de ignorar el hecho que fue la presencia física
de Occupy Wall Street en el Parque Zucotti, su disposición para llenar las
cárceles de la ciudad de Nueva York, y los videos de sus cuerpos aporreados y
rociados con gas pimienta lo que elevó significativamente el perfil del
movimiento. Pero para que luego se exija un programa político coherente, indica
que no se entiende su imaginación política y su frustración con la mismidad con
la que se desenvuelve el sistema político y económico en Estados Unidos. El movimiento
Occupy propone un paradigma distinto de política viral y de democracia radical
y participativa. En otro nivel, como han señalado Glenn Greenwald y otros, los
protestantes simplemente quieren que se defienda y refuerce la ley,
particularmente alrededor de las prácticas financieras.17 Aquellos que piensan que Occupy Wall Street debería ser el equivalente de
la izquierda del Tea Party son
bienvenidos a reunir a unos cuantos patrocinadores billonarios, y comenzar su
propio vehículo noticiario influyente para que sirva como portavoz, así como
elegir a unos cuantos candidatos.
Probablemente no lo
hubiera podido decir hace diez años, o incluso cinco, pero es importante
reconocer a la imaginación como una fuerza social y política para la
reconfiguración de lo real. Necesitamos reconocer qué tanto la creatividad
innata, y su relación directa con el deseo, es desafiada y amenazada por los
productos de la industria cultural, el cual incluye partes del mundo del arte. Confrontado
al último espectáculo de taquilla de Hollywood o al lanzamiento del nuevo disco
de Katy Perry o las últimas pinturas de puntos de Damien Hirst, a veces parece
difícil competir.
Pero claro, sí
ocurre: nosotros hacemos culturas, y la industria cultural toma de nosotros del
mismo modo como nosotros lo hacemos. De acuerdo con un reporte sobre los
primeros días de Occupy Wall Street, fueron las “actividades artísticas” las
que finalmente arrancaron la ocupación –prácticas de yoga, lecturas de poesía,
y similares”.18 Quizá la primera de las
ocupaciones de Occupy Wall Street fue organizada por un proto-comité de arte y
cultura, e incluyó poesía y música, cerca del edificio de la Bolsa Valores de
Nueva York. Esto ocurrió el 1 de septiembre de 2011, diecisiete días antes de
la principal marcha de protesta inicial. Aproximadamente una docena de personas
asistieron, cuya mayoría fueron arrestados.19 Temas como la eliminación de la deuda estudiantil, el derecho a la
asamblea, y la libertad de expresión se discutieron. En otras palabras, se
había puesto el escenario.
Como una forma de
arte público, como una suerte de escultura social, Cuando la fe mueve montañas de Alÿs, los Yes Men y las
organizaciones afiliadas tales como el New
York Times falso de CODEPINK, así como Occupy Wall Street, cada uno combina
la crítica con un sentido de esperanza duracional, progresivo y performativo. Estos
proyectos entienden que todo arte es público, aun cuando no es arte público. Con
la implacable privatización de la vida cotidiana, ya sea compartida o
solitaria, la idea de un público que va a un espacio público a ver una obra
pública de arte es obsoleta, y es posible, de hecho, que no haya sido más que
un sueño. Combinado con las recientes amenazas al derecho de la Primera Enmienda
de una asamblea pacífica, está ocurriendo un cambio de paradigma sobre cómo
reconcebir la esfera pública. No obstante, el público está en todas partes, aun
cuando muchos de sus lugares físicos de reunión han sido confiscados
(especialmente en las llamadas “democracias” de occidente). Adicionalmente,
nuevos públicos surgen todo el tiempo, cuando un grupo previamente silenciado o
marginado toma la oportunidad para hablar, lo cual muchas veces toma una forma
cultural así como una tradicionalmente política. Normalmente más en torno a lo
segundo. Esto es parte de la política de la imaginación.
Una crítica de las
condiciones actuales; la imaginación de las realidades alternativas; y los
métodos colectivos y sustentables parecen ser una buena aproximación a la
cimentación de la práctica artística, política y pedagógica actual. Al mismo
tiempo, es necesario seguir examinando, y autoexaminando, para encontrar las
contradicciones internas: en la crítica (por ejemplo, nuestra complicidad con
el poder, aun cuando lo confrontamos), en la esperanza (la decepción alojada en
toda esperanza, la infelicidad pegada a toda dicha), y en el modo como
realmente serían nuestras prácticas sustentables, y hasta qué grado incitan a
nuevas formas sociales, opuestas a replicar la comunidad como exclusión. Cualquier
solución será temporal, cualquier espacio transitorio. Los públicos están
constantemente transformándose, y las luchas que lidian con aquellos que buscan
contenerlas se encuentran ahora en torno a la tecnología así como en torno al
territorio. Esta es parte de la política de la transmisión, en la cual el arte
y la poesía siempre han jugado un rol.
1 Con
sus aproximaciones complejas, precarias e improvisacionales a la arquitectura y
la infraestructura, así como sus economías alternativas, las barriadas
alrededor del mundo son cada vez más estudiadas por geógrafos urbanos, teóricos
sociales y académicos de la arquitectura por igual. Algunos han visto a estas
comunidades como creativas, por el empleo que hacen de materiales reciclados,
prácticas sustentables y nuevos modos de relaciones sociales, mientras que
otros –y aquí pienso específicamente en Planet
of Slums de Mike Davis (Londres: Verso, 2006)—ven a estas metrópolis
expandidas de los pobres como excrescencias de neoliberalismo global y creativas
mayormente por los inimaginables sistemas de brutalidad y explotación que
existe dentro de ellas.
2 Saul Anton, “A Thousand Words: Francis Alÿs Talks about When Faith Moves Mountains,” Artforum Vol. 10, No. 40 (Summer 2002):
146–147.
3 Claire Bishop contrasta similarmente a Bourriaud y a Sierra en su
influyente ensayo “Antagonism and Relational Aesthetics,” October 110 (Fall 2004): 51–79.
6 Walter Benjamin, The
Origin of German Tragic Drama, trans. John Osborne (London: Verso,
1977), 178.
8 Paul De Man, “The Rhetoric of Temporality,” in Blindness and Insight: Essays in
the Rhetoric of Contemporary Criticism, trans. Wlad Godzich
(Minneapolis: University of Minnesota Press, 1983), 187–228.
9 Glenn Beck is an American conservative, television
network producer, political commentator, and host of the radio talk show the
Glenn Beck Program in the United States.
11 El diseño se ha vuelto menos dirigido a los objetos y más a
la conducción de las personas hacia una experiencia. En este proceso, el data-mining y el entorno diseñado se
fusionarán para moldear los movimientos de las personas en el espacio, de tal
manera que hará que el papel históricamente predominante que ha tenido la
arquitectura sea débil en comparación.
16 Nancy Fraser, “Rethinking the Public Sphere: A Contribution to the
Critique of Actually Existing Democracy,” Habermas and the Public Sphere,
ed. Craig Calhoun (Cambridge, MA: MIT Press, 1993), 109–142.
17 Glenn Greenwald, “Immunity and Impunity in Elite America: How
the Legal System Was Deep-Sixed and Occupy Wall Street Swept the Land,”
TomDispatch.com, October 25, 2011. See →.
Alan
Gilbert es
el autor de los libros de poesía, The
Treatment of Monuments (Split Level Texts, 2012), y Late in the Antenna Fields (Futurpoem, 2011), así como una
colección de ensayos, artículos y reseñas tituladas Another Future: Poetry and Art in a Postmodern Twilight (Wesleyan
University Press, 2006). Sus poemas han aparecido en The Baffler, BOMB, Boston
Review, Chicago Review, Denver Quarterly, jubilat, y The Nation, entre otros lugares. Sus escritos sobre arte y poesía
han aparecido en distintas publicaciones, tales como Aperture, Artforum, The Believer, Cabinet, Modern Painters, Parkett y
The Village Voice. Ha contribuido a
ensayos de catálogos e introducciones para una serie de bienales, exhibiciones
colectivas e individuales. Vive en Brooklin.